lunes, 12 de mayo de 2008

No hay casualidades, hay causalidades

En el fútbol no hay casualidades. Mucho menos cuando se habla de procesos a largo plazo. Los títulos o los descensos son producto de las causalidades. Muchas veces dijimos que la guillotina pasa cerca y un día termina cortando la cabeza. A Defensores le pasó ahí nomás durante cuatro años seguidos (tres de ellas jugando promociones y otra esquivándola por un punto); en esta ya no pudo lograrlo. La realidad indica que el próximo torneo encontrará a Defensores jugando en Primera «C». Pero decíamos al comienzo, no es casual esto que le pasó al Rojo. Durante muchos años se hicieron mal las cosas. Durante muchos años pareció que se no tomó conciencia de la divisional en la que se estaba jugando. En la «B», hay rivales muy superiores institucionalmente al Rojo, muy poderosos, con otro nivel de infraestructura. Los viejos dirigentes (con Riccione como gran culpable a la cabeza) se olvidaron de buscar un crecimiento como club. Cero obras, cero importancia al socio, se apuntó al fútbol y muy mal. Pésimos técnicos, mediocres jugadores, campañas deficitarias, el promedio se fue debilitando. La nueva conducción tomó al club en un momento financiero complicado. Mostró empeño y ganas de hacer cosas. Pero hubo notorios errores en lo futbolístico. En su momento se insistió con jugadores que cumplieron un ciclo, se equivocaron con los técnicos y con los refuerzos que llegaron a comienzo de año. Este plantel no demostró estar al nivel de la divisional y los resultados están a la vista. Si a esto le sumamos la delicada situación financiera y el escaso apoyo de la ciudad, el descenso era una inevitable consecuencia de todo ello.
Ahora, más que nunca, el Rojo debe fortalecer la parte institucional. Crecer como club, seguir con las obras, tener una infraestructura, y apostar en serio de un trabajo en inferiores. Armar un plantel con jugadores capaces, que sientan los colores y empezar a trabajar a largo plazo, con miras de futuro y respetando un proyecto que no lo incline ningún resultado deportivo. Ese debe ser el camino a seguir.-


Por Gabriel de Charras