domingo, 21 de marzo de 2010

Cambaceres redentor

"No estaba muerto, andaba de parranda" La vieja y festiva canción bien podría acompañar al ritmo de esta campaña de Cambaceres tan cambiante como asombrosa. Hace una semana lo veíamos afuera del reducido, y ahora se anima hasta ganarle al puntero Excursionistas con un amor propio notable. Con la fuerza de su orgullo, y el contagio de sus jugadores, Camba transpiró la camiseta como quiere su gente y le ganó a Excursio en una tarde que se vistió de fiesta.
“Esto es para los que nos dieron por muertos. A Cambaceres nunca hay que darlo por muerto, porque nunca vamos a bajar los brazos” Las palabras de Martín Zurlo contenían una gran carga de bronca que sabía a revancha. La misma que los hinchas demostraron cuando el indefendible Ramiro López marcó el final del partido después de dirigir el segundo tiempo en grosera forma de tendencia para Excursionistas. Se abrazaban en la platea, los aliviados hinchas, se abrazaban allá abajo, los jugadores como símbolo de esta resurrección imposible de adivinar hace una semana, cuando la caida ante El Porvenir parecía haber sepultado las esperanzas.
Quien esto escribe no estila esquivar las responsabilidades asumidas en los juicios de valor de un equipo o una campaña. En aquella ocasión asumimos el cargo de observar que el reducido era una quimera imposible, no tanto por los número, sino por la proyección de un equipo que había ganado 1 partido de los últimos 14. Pero evidentemente, este Cambaceres que hace triza cualquier pronóstico, positivo o negativo, contradice cualquier enunciado aventurado.
Evidentemente así ha sido a lo largo de la temporada, donde arrancó para pelear el campeonato, y luego pasó por todos los sucesos, adentro del reducido cómodo, afuera del reducido y lejos, cerca de la preocupación por los promedios, otra vez cerca del reducido. Pero por irregularidad y oscilaciones, siempre bajo un mismo adjetivo que aprendimos a conjugar con este equipo:impredecible.
Esta vez le tocó a Excursionistas dar cuenta de ello. Un equipo que llegó a Ensenada con dos cruces históricas muy pesadas, que finalmente no iba a poder cargar. La primera con un antecedente muy cercano: Cambaceres lo tiene de hijo, la última promoción lo aseguraba y este 1 a 0 lo confirma. El segundo le va a durar más; cada vez que puede ascender, tiene un indiscutible bajón anímico.
Conocedor o no de ello, este Cambaceres salió a jugar el partido que más le convenía. El de la moral y el contagio que desbordan jugadores como Jesús Martínez (líder absoluto), Adrián Jones, Damián Manes y el chico Damián Catriel. En su multiplicidad que fue despliegue generoso copiado por los demás, se basó la carga psicológica que este equipo le imprimió al partido.
Le pesó a Excursio, y lo agrandó al propio Cambaceres. Porque salvo en los 15 minutos siguientes al gol de Julio San Esteban de tiro libre, donde el verde de Belgrano apretó por todos lados; cada pelota dividida, cada jugada en disputa fue ganada por la convicción con la que los jugadores de rojo iban a jugarla.
En ese primer tiempo, y aun con el visitante teniendo más la pelota, fue Defe el que tuvo más chances. La primera una gran asociación colectiva que terminó con un remate de Yañiz que besó el travesaño. La segunda el gol de San Esteban, y la última un tiro libre de Manes que no sabemos como no entró. Excursio mientras tuvo en Gareca a su único jugador despierto arriba, y en un error de Zurlo subsanado por Martínez su ocasión más cerca de gol.
Es cierto que en el complemento los de Rondina empujaron más y crearon varias jugadas como para empatarlo. Pero también lo es que en eso tuvo mucho que ver el juez Ramiro López, primero echando muy injustamente a Jesús Martínez, un jugador ireemplazable, y luego inclinando la cancha en pequeñas jugadas de manera exasperante y alevosa. Entonces la justicia la recobró el arquero de Camba, Martín Zurlo, con algunas atajadas fantásticas.
El Rojo ya no pudo atacar, y los cambios tampoco ayudaron, sobre todo porque la salida de Piru Náser le quitó sorpresa y sagacidad a los posibles contragolpes que nunca llegaron.
Pero era tiempo de aguantar, y en eso esta vez Dell Orto y San Esteban estuvieron algo más custodiados por Calabrese a la derecha, y Leiva cuando le tocó entrar de “rechazapelotas”.
Entre insultos a López, y promesas al cielo para que termine, llegó el desesperado grito del final, con la unión como eje del festejo, y la emoción a flor de piel. Era el regalo que los jugadores habían planeado para sus hinchas. Era el regalo que los hinchas esperaban. Por un ratito, Camino Rivadavia y Quintana se vistió de fiesta. Como en las viejas épocas. Solo que en estas modernas versiones, de días sufridos, las alegrías parecen disfrutarse el doble. Y los festejos, más interminables.

Por Martín Ortiz (www.lasvocesdelascenso.com)